El nuevo pasaporte
Después de terminar un trabajito para Implantación, estuve ojeando unas revistas de El Pais de hace varias semanas, encuentro una, del 29 de agosto de este año, donde leo una sección de Manuel Rivas que me hizo bastante gracia, dice así:
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El nuevo pasaporte. Con la resignación propia de quien siempre ha padecido la burocracia como jaula de hierro, me acerco a una comisaría a renovar el pasaporte. Primera sorpresa: lo entregan casi
al momento, en minutos, con una desconcertante eficacia y un trato sonriente al ciudadano. ¿Ya está? El no oír el tradicional "¡Vuelva usted mañana!" nos produce un desasosiego, una pervertida nostalgia de la
desidia. Noto que todos los solicitantes compartimos la extrañeza ante la rapidez en que se tramita la solicitud. Me dan ganas de presentar una queja ante el comportamiento de las funcionarias: ¿Por qué son
amables? ¿A qué viene esta diligencia? ¿Es válido este documento entregado con una sonrisa? ¿A dónde vamos a parar? En definitiva, ¿por qué nos tratan bien? Segunda sorpresa: las hojas interiores están
ilustradas, a buen trazo, con apuntes de fauna animal. Bonito pasaporte, si señor. ¡Parece el cuaderno de viaje de un naturalista!
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